Resurrecciones en la eternidad

Disolución


Arde frenética la savia eterna

derrumbe de muros en la luz celeste

del alba inmadura,

mordedura de átomos danzantes

del cosmos parido por el insomnio

de la armonía.

Canto clemente de las ruinas

acariciadas por la suave tempestad

de la mañana.


Inunda la gracia el féretro templo

de la música acompañada del suspiro

de lo no escuchado.

Sin buscar encuentro lo no pensado

el silencio que grita a la nada

aquello impensable;

elevando al cielo profundo lo intangible

parto en viaje.


Clamor tremendo del infinito

habitado y habitante

pasión sin nombre

sucumbe mi pecho.



Noche


Salgo a caminar

con la noche en mis hombros,

las estrellas tiritando

acarician las retinas de mis ojos.

El refrescante aliento marino me eleva

como a una hoja hacia la cima

del árbol de la vida.



Campo


Acaricia los pastizales la mano del viento

mostrando colores y sombras al ojo atento;

choca en el alma la bruma intensa del crepúsculo,

canto de pájaros en el centro de mi conciencia.


Más allá de la nada siento una presencia,

el techo se desploma

partiendo en millones de pedazos

el vacío.


Olor a tierra se eleva del suelo

y baja del cielo la frescura.



Eterno Presente


Sin buscar nada me disuelvo

en el abismo del cual brota la belleza,

fiel reflejo del silencio.


Y de mi ser surge el canto

que me entierra en el Presente.


En el espejo fluye un río, y en el cielo

mil alondras se acarician en pleno vuelo.


¡¿Cómo morir si estoy muriendo?!

¡¿Cómo vivir si estoy viviendo?!

¡¿Cómo nacer, si estoy a cada instante

renaciendo?!